Inés Cuatrecasas
Curso 2000/01
Los primeros recuerdos enteros que guardo de mi vida empiezan con el colegio. El recuerdo de la primera vez que toqué plastilina en la clase de arte, la primera palabra que aprendí en inglés “apple”, el sabor de una onza de chocolate Nestlé con pan de barra o la caricia de la primera amistad. Hoy sé que fue mucho más que una mochila de nostálgicos recuerdos, fue el camino hacia una decisión que cambió mi futuro.
Me llamo Inés Cuatrecasas. Pasé los 12 años de colegio convencida de que sería veterinaria como mis hermanas. Durante muchos años soñamos que montaríamos una clínica juntas en la que los quirófanos se lavarían con chorros de agua a presión como en una gran piscina. Elegí la especialidad de ciencias naturales. Poco antes de terminar el último curso, Patricia cuestionó por primera vez mi status quo. Fue la primera persona que me abrió la puerta a un mundo tan grande de posibilidades que era muy tentador cerrarla, quedarse con la carta elegida y no mirar atrás. Asustaba más pensar en todo lo que uno podía ser que seguir siendo lo que siempre habías elegido ser. Entré en la Autónoma de Barcelona. Recuerdo pisar la puerta de la facultad el mismo día que pisé la de Diseño de Moda. Podría haber sido veterinaria y seguro que lo habría disfrutado. Crecimos en libertad. Una libertad que no sacrificaba disciplina. Crecimos sabiendo que teníamos opciones, que una decisión no es mejor que la otra sino que muchas son correctas. Aprendimos a valorar la ecología hacia uno mismo tanto como hacia los demás. Aprendimos a hablar inglés, idioma sin el cual no habría podido arrancar el proyecto profesional del que os hablaré ahora.
Llegué a Ruanda por primera vez en el verano del 2005 de la mano de la Fundación que lidera mi madre, África Digna. Durante mi estancia conocí a una mujer ruandesa – Antoinette – fuerte, pasional y luchadora. Conectamos muy deprisa. Ha trabajado en costura toda su vida. Inspirada por Antoinette, regresé a Ruanda un año más tarde con Marc, mi socio y pilotamos la primera colección. El resultado fue mucho más positivo de lo que habíamos esperado. Tras testear con éxito los resultados de la colección, un año más tarde fundábamos la marca mille collines. Se convirtió en una prioridad para nosotros contribuir al desarrollo en Ruanda paralelamente a cambiar la visión que existe en otros países de la calidad de los productos hechos en África.
África no es casualidad. África creció en mi abuelo y en mi madre, por eso desde pequeña he tenido una fuerte vinculación con este continente. Durante mi carrera como diseñadora, África fue mi musa. La moda siempre me atrajo desde su vertiente sociológica. La moda como herramienta para favorecer un cambio en la mentalidad del consumidor y atraer mundos distintos, la moda como conexión.
Hoy mille collines es una empresa social con ánimo de lucro que diseña, produce y distribuye ropa y accesorios fabricados artesanalmente en Ruanda. Contamos en la actualidad con la sede en Ruanda (The Loft), dos tiendas propias en África (Kigali-Ruanda y Nairobi-Kenia) y vendemos a tiendas multimarca en España y Estados Unidos.
Me cuesta imaginar mi vida sin un proyecto como el que codirijo hoy. Lo cierto es que si no me hubiera cuestionado ser veterinaria hoy no viviría en África.